por Wade E Taylor
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales él preparó para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10)
El Señor busca aquéllos que sean sensitivos y respondan a Su presencia, para que puedan ser preparados y estar disponibles para Él con respecto a cualquier propósito que pueda tener. En consecuencia, Él obra dentro de nosotros para lograr Sus más altos propósitos a través nuestro. Esas buenas obras son las circunstancias que usa para lograr esto.
Esas “buenas obras” pueden aparentar no ser “buenas” sino más bien cosas terribles que Él va a usar para obtener un buen resultado. Luego nuestra parte es reconocer la presencia del Señor y cooperar con Él en cualquier cosa que desee hacer.
Podemos atender fielmente a la Iglesia y sentirnos espiritualmente satisfechos pero el Señor desea algo más que esto. Cuando Él nos anima a producir cambios en nuestro interior, deberíamos responder enfocando nuestra atención a Su presencia y a lo que Él busca obtener en nosotros.
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” Efesios 4:13
Este “hombre perfecto” es uno espiritualmente maduro. Somos llamados a obtener la calidad de la vida de Jesús. En “ese día,” cuando estemos delante de Él ante el trono del Juicio de Cristo, nuestra vida será “medida” contra Su vida. No seremos medidos “cuantitativamente” por todo lo que hemos logrado sino “cualitativamente”, por aquello en lo que nos hemos convertido.
El Señor dijo, “Bien, buen siervo (no, cuanto has hecho), buen siervo y fiel.” (Mateo 25:23). Ser “fiel” en obediencia a todo lo que el Señor requiere de nosotros determinará nuestro lugar en Su reino durante la era del Reino Milenial y por toda la eternidad.
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me sentado con mi Padre en su trono.” Apocalipsis 3:21
La posibilidad de estar sentado con el Señor en Su trono está limitada a aquellos que reúnen una cierta cualificación; quien ha de ser un “vencedor” debe escoger las opciones correctas.
En el Jardín del Edén, el Señor acomodó un lugar especial en el que puso dos árboles alrededor del ambiente en el que se movían Adán y Eva. Al tomar la opción correcta en relación con esos dos árboles, el “árbol de la vida” y el “árbol del conocimiento del bien y del mal,” Adán y Eva habrían sido llevados a un propósito más alto del Señor.
El “punto de prueba” tenía que ver con la elección de Adán entre esos dos árboles (Génesis 2:9, 16-17). Pero Adán y Eva fracasaron en la prueba por la tentación del diablo.
Si nosotros vamos a ir en pos de todo aquello que el Señor ha dispuesto para que lo poseamos, también debemos enfrentar esta prueba. De alguna forma esta prueba ha sido puesta delante de cada uno de nosotros. El “árbol de la vida” se refiere a nuestra sumisión y dependencia del Señor. El “árbol del conocimiento” se refiere a la posibilidad de hacernos independientes del Señor.
Continuamente vamos a ser forzados a tomar decisiones en torno a esas dos opciones. La manera en que respondamos o reaccionemos a las mismas afectará enormemente nuestro crecimiento y desarrollo espiritual.
Las cosas espirituales son deseables sólo para aquellos que han nacido del Espíritu y que tienen una mente espiritual, por lo tanto, con un propósito mayor a la vista, el Señor hizo del “árbol de la vida” algo muy ordinario, en cambio, hizo muy atractivo el “árbol de la ciencia del bien y del mal.”
El árbol de la vida, es la persona del Señor Jesucristo y aparece ante nosotros como “una raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; lo veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.” (Isaías 53:2)
El “árbol del conocimiento del bien y del mal” es totalmente diferente. Este aparece como “bueno para comer y agradable a los ojos, árbol codiciable.” (Génesis 3:6). Este árbol es atractivo a cada aspecto de nuestra vida carnal. Así mismo y, de modo superficial, la vida egocéntrica parece muy atractiva, sin embargo, es engañosa ya que dura solo un momento, no ofrece una verdadera satisfacción o recompensa eterna.
De modo que, no solo seremos juzgados por lo que hacemos, que es lo externo y visible (el árbol de la ciencia del bien y del mal), sino que también seremos juzgados por aquello en lo que nos hemos “convertido” a través de lo que hacemos. Esto último se compara con el árbol de la vida cuya verdadera belleza es interna.
Pablo dijo en Filipenses 3:11, “Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” El buscó “extraer una resurrección” de entre los muertos vivientes para ser levantados sobre la influencia del árbol del conocimiento del bien y del mal (que conduce a la muerte) hacia el árbol de la vida, la vida de nuestro Señor Jesucristo como una realidad presente.
Pablo entendió que hay una vida espiritual velada que está escondida del hombre natural por la cual iba a esforzarse para hallarla. Él deseo apasionadamente estar por encima de cualquier cosa de su vida natural. Pablo fue un hombre muy dotado y por tanto pudo haber adquirido muchas cosas temporales, pero voluntariamente las dejó ir teniéndolas por pérdida para poder obtener lo que él vio en el “árbol de la vida”, el Señor Jesucristo.
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios” Filipenses 3:12-15
Hay una oración en los Salmos en la que es expresado este mismo deseo de experimentar la plenitud del Señor.
“Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora; mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña. La planta que plantó tu diestra, y el renuevo que para ti afirmaste.” Salmo 80: 14-15
The Lord is omnipresent, that is, He fills heaven and earth. Within this is His “manifest presence.” When we ask Him to “return,” we are seeking His manifest presence and His personal working in our lives.
El Señor es omnipresente, es decir, El llena los cielos y la tierra. Dentro de este ambiente está Su “presencia manifiesta.” Cuando nosotros le pedimos que se “vuelva” estamos buscando Su presencia manifiesta y que Él obre en nuestras vidas.
“Turn us again, O Lord God of hosts, cause Your face to shine; and we shall be saved.” Psalm 80:19
“Restáuranos.” El Señor responderá cuando voluntariamente hagamos a un lado aquellas cosas que son “agradables a los ojos, buenas para comer y codiciables” y le expresemos un deseo para enfocarnos de nuevo en el Señor Jesucristo en la plenitud de Su presencia, aunque Él pueda aparecerse a nosotros tan sólo como “una raíz de tierra seca.”
“Haz resplandecer tu rostro.” Esta oración viene solamente de lo más profundo de nuestro ser. Fuimos creados para experimentar y gozar Su Presencia manifiesta. Cuando, de alguna manera vencemos los impedimentos que enfrentamos y damos expresión a este deseo, el Señor responderá y nos hará conocer Su presencia.
Varios años atrás. Hice un viaje de emergencia la Florida y estuve allí solo por un día. Cuando regresé mencioné a algunas personas que acababa de regresar de la Florida. Ellos respondieron, “¿en dónde está tu bronceado?” Debido a que yo había estado en la tierra del sol, ellos esperaban ver la evidencia. Hay un sol mucho mejor que se llama “Hijo.” Cuando he estado en la presencia del Hijo, Él brilla sobre mí y debería haber una evidencia que puede ser vista.
Efesios 6:12 dice: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
Estas tinieblas están sobre nosotros e impiden seriamente que la luz del “Hijo” brille sobre nosotros a menos que deliberadamente contendamos por un cielo abierto y hagamos retroceder esas tinieblas. Hay algo mucho mejor que sólo asistir a nuestros buenos servicios. Tenemos la posibilidad de experimentar un cielo abierto a través del cual la presencia manifiesta de nuestro Señor es revelada en medio de nosotros. Si esto va a tener lugar entonces habrá la evidencia de que habremos recibido nuestro “bronceado espiritual.”
“Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra? Jeremías 23:23-24
Si el Señor llena el cielo y la tierra, entonces Él está ocupando hoy el área que nosotros ocupamos. No importa en dónde estemos, Él está allí, pero fuimos creados para algo más que esto. Vamos a experimentar la manifestación de la presencia del Señor en la que “Hijo resplandece” y en el que el resplandor de Su gloria nos cambia de modo que en esta reflexión Jesús sea visto por otros. El hecho de Su presencia (que sintamos su poder) no es suficiente, el Señor desea que experimentemos la plenitud de Su presencia (que lo conozcamos como una persona).
Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto fueron conducidos al desierto. Este obedeció a una divina disposición del Señor por la cual buscaba que ellos experimentaran el valor de conocer Su Presencia. De este modo, en las presiones del desierto, el Señor les dio la revelación de la “nube en el día” para protegerlos del calor del desierto y también de la “columna de fuego” en la noche para darles luz y calor durante las frías noches.
El Señor desea grandemente que Israel dependiera solamente de Él, por tanto, les proveyó un testimonio visible de Su presencia con ellos: una columna de fuego en la noche y una nube en el día. Ellos solo se movían o se detenían si estas se movían.
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron de la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.” 1 Corintios 10:1-4
Note que la “Roca espiritual” los seguía. La Roca era el Señor Jesucristo y se supone que Él debía guiarlos y que ellos debían de seguirlo, pero en lugar de esto estaba ocurriendo erróneamente lo contrario, el Señor los seguía a ellos. Israel había ido delante de Su presencia por tanto les llamó a “volverse de nuevo”
“Más estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.” 1 Corintios 10:6
Así como ellos iban a permanecer en Su presencia, así también nosotros vamos a permanecer en la presencia del Señor. A veces decimos: “Señor, esto es lo que estamos haciendo, por favor ven y bendice esto.” Preferimos hacer esto en lugar de “volvernos” a Él y esperar en Su presencia, diciendo: “Señor, nos sometemos a tu programa. Deseamos venir al lugar de tu presencia permanente en el que podemos seguirte.”
Hoy, como nunca antes, hemos tenido por concedido el hecho de la realidad de la presencia del Señor sin darnos cuenta de que no estamos recibiendo el “bronceado espiritual.” Si deseamos este “bronceado” (Su presencia manifiesta), entonces debemos sentarnos dónde el sol está brillando resplandecientemente. No podemos sentarnos en una habitación y decir: “Señor, Yo deseo broncearme, así que solamente creo.” En lugar de esto debemos contender por Su presencia y por un cielo abierto.
El primer paso es reconocer cualquier impedimento que tengamos para recibir. Si me entrego a mí mismo hare mi propio camino y asumiré que habré asido al Señor. Suele suceder en muchas iglesias que cuando la presencia del Señor se ha perdido tienden a sustituirla con la liturgia o la actividad religiosa, en lugar de buscar las razones por las cuales no están experimentando la presencia del Señor.
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” Juan 14:23
Su omnipresencia es absoluta, Su presencia manifiesta es condicional. El “que” en el pasaje antes citado es una condición que debemos cumplir para recibir la promesa.
“Y entró Jesús en el temple de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas.” Mateo 21:12
Cuando el Señor viene, Él hará en el interior de Su templo actual (nosotros), así como Él hizo en el templo de ese día. Él tratará con las cosas que son un impedimento para Su presencia manifiesta.
Deberíamos tener tal presencia del Señor en nuestro interior y en nuestro lugar de comunión que aquellos que vengan a nosotros dirán: “Siento la presencia del Señor, hay algo diferente aquí.”
Este es un tiempo para “volvernos de nuevo” y buscar que el rostro del Señor resplandezca sobre nosotros como nunca antes.