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Ser Fieles

por Wade E Taylor

“Juan, a las siete Iglesias que están en Asia,… y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea la gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Apocalipsis 1: 4-6

El primer nombre que le fue  dado a Jesús en el libro de Apocalipsis es “El testigo fiel.” Debido a que Él fue fiel a su llamado, la recompensa que tiene para nosotros está relacionada con la fidelidad a nuestro llamamiento.

Su Señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.” Mateo 25:23

No es lo que hacemos lo que determina la recompensa que recibiremos, sino que es nuestra fidelidad en lo que hacemos (bien hecho, no cuánto has hecho), lo que determinará nuestro estado futuro y recompensa.

Muchos de nosotros hemos experimentado la decepción de una promesa no cumplida y nos hemos sentido heridos y desencantados. Fuimos creados a la imagen de Dios y sentimos, en una medida limitada, tal como Él siente. Así como nosotros  podemos sentirnos desencantados, así también nuestro Señor puede estar decepcionado cuando no somos fieles en desarrollar todo lo que Él ha hecho disponible para nosotros.

En la parábola de las cinco vírgenes sabias y de las cinco insensatas, todas las diez recibieron lámparas y fueron al encuentro del Novio, pero las necias no tomaron suministro de aceite (el resultado del tiempo en su presencia) con ellas.

“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; más las prudentes tomaron aceite en sus vasijas juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle¡ 

Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Más las prudentes respondieron diciendo: para que nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otra vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos¡ Y él respondiendo dijo: De cierto os digo que no os conozco. 

Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir. Mateo 25: 1-13     

Cuando el Señor demoró en llegar, sus lámparas se apagaron. El Señor había sido fiel ya que a todas les suplió con lámparas y con aceite, pero las necias no desarrollaron medios para reabastecer su aceite.

La “lámpara” representa nuestra salvación. Todas las diez vírgenes eran salvas. El aceite habla de la gracia y de la unción del Señor que anima y mantiene nuestra vida y fuerza espiritual. Cuando no somos fieles en mantener una relación personal con el Señor, usamos hasta el último suministro de aceite que inicialmente recibimos y muy pronto nos sentimos espiritualmente secos y preguntamos por qué.

Adán fue creado para ser dependiente. Él tenía que acudir diariamente al árbol de la vida para poder recibir vida. Cuando el pecó, El Señor puso una espada en llamas para impedir que el tomara parte de esa vida y el proceso de muerte comenzó.

Ser fieles significa que tomamos en serio nuestra necesidad de dedicar tiempo en la presencia del Señor para recibir de Él. El aceite está disponible; Él es siempre fiel y está esperando para derramar vida  sustancia espiritual en nosotros.

Las vírgenes necias tomaron por concedida su espiritualidad y no dieron lugar para recibir aceite. El resultado fue que sus lámparas se apagaron y no pudieron entrar en una comunión profunda con Jesús.

Luego de comer una buena cena, la comida ya no parece atractiva. Cuando nos llenamos con las cosas de este mundo, careceremos de deseo por las cosas espirituales. Cuando tenemos hambre nos volvemos mucho menos exigentes en cuanto a lo que vamos a comer. La ley de la auto preservación es más fuerte que cualquier  patrón de pensamiento que podamos tener en relación con lo que podemos comer o no.

El ayuno incrementará nuestra hambre, no solo física, sino también espiritual. Ayunar es mucho más que privarse de comer en un intento por provocar que Dios haga lo que queremos. En lugar de esto lo que sucede cuando ayunamos es que rechazamos satisfacer el hambre en el nivel natural, la santificamos y se convierte en una oración que continuamente clama al Señor por satisfacción.

El hecho de que carezcamos de comida no amerita nada, pero cuando santificamos nuestra hambre como una oración para alcanzar al Señor, Él responderá a nuestra necesidad.

Una vez que hemos sido alimentados debemos volver y alimentar a otros, de otra manera lo que recibimos permanecerá dormido y sentiremos que estamos tan llenos que caeremos dormidos en Su presencia. Tal como las vírgenes necias fracasaremos en mantener nuestra provisión de Su gracia y unción.

“Como el siervo brama por las corrientes de aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?” Salmo 42: 1-2

David estaba clamando por un ensanchamiento de su capacidad espiritual. Él tuvo sus faltas pero mantuvo un hambre por Dios tan intensa que el Señor lo movió del redil de las ovejas al Trono del palacio.

Quizá podemos preguntarnos, “¿Cómo me hago tan espiritualmente hambriento para que en ese día pueda ser tenido entre las cinco vírgenes sabias y no  entre las necias?

No hay una respuesta simple, pero el primer paso es nuestra voluntad. Debemos tomar la decisión de buscar un lugar y dedicar tiempo en Su presencia. A menudo el señor viene en la noche a tocar en la puerta de nuestro corazón. Aunque nuestra cama puede ser muy cálida y confortable, debemos tomar la firme decisión de levantarnos y dedicar tiempo en Su presencia.

El Segundo paso es proteger lo que hemos permitido entrar a nuestro ser. Las relaciones carnales y la televisión robaran nuestra percepción y hambre espiritual. A menudo demoramos en ir a la cama y luego cuando el Señor viene a buscar nuestra comunión estamos demasiado cansados.

Esos patrones deben ser quebrantados y reprogramados para hacer una habitación. Debemos determinar remover esas cosas que podrían convertirse en un substituto de nuestro tiempo en la Palabra y oración.

Nunca nos convertiremos en el vencedor que es contado entre las cinco sabias a menos que desarrollemos un patrón de vida disciplinado. Las necias dijeron: “danos aceite,” pero las sabias respondieron: “Id, y comprad para vosotras mismas.

Nadie puede dar a otro su compromiso con la obediencia espiritual pero si puede compartir el testimonio de lo que ha recibido lo cual hará que otros se hagan hambrientos de modo tal que ellos puedan comenzar a buscar para sí mismo.

El tercer paso es dedicar tiempo de Calidad en la presencia del Señor. No hay sustituto para el tiempo que dediquemos con el Señor.

Cuando hacemos nuestra parte, el Señor hará lo que no podemos hacer. Él creará dentro de nosotros el hambre que nos impulsará a la presencia de las cinco sabias.

Sólo entonces estaremos preparados para entrar con Jesús “en ese día” a través de la puerta abierta de Su Reino Milenial.