por Wade E Taylor
“Un abismo llama a otro…” Salmo 42:7
“Un abismo llama a otro;” esta expresión describe un profundo deseo de comunión que está en nuestro Señor y también en nosotros por un designio divino. El Señor había buscado tanto en el universo como en todo lo que había creado pero no pudo hallar satisfacción para Su deseo.
En consecuencia, Él formó al hombre con una capacidad para que pudiera responder y satisfacer Su profundo deseo de comunión. Nuestro Señor es un Dios que busca, por tanto, Él nos llama golpeando en la puerta de nuestro espíritu, buscando por una respuesta a Su deseo por una relación personal con nosotros.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20
Esta es una promesa condicional ya que Él no tocará en la puerta del corazón de aquellos que están satisfechos sólo con conocer “acerca” de Él. En lugar de esto, Él siempre busca (un abismo llama), a aquellos que desean conocerlo personal e íntimamente. Esto fue lo que Pablo expresó en su oración: “Que yo pueda conocerlo….” (Filipenses 3:10).
Sólo podemos conocer al Señor íntimamente, dedicando tiempo en Su presencia.
“Y habló Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero…” Éxodo 33:11
“Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara;” Deuteronomio 34:10
El Señor busca a aquellos que desean experimentar Su presencia manifiesta y recibir el entendimiento de Sus caminos (Yo cenaré con él y él conmigo).
“Si alguno oye mi voz.” El “si” de esta frase nos dice que la habilidad para escuchar la voz del Señor debe ser cultivada. No podemos desarrollar nuestra habilidad para escuchar del Señor (nuestro oído espiritual), a menos que primero aprendamos a “esperar por el Señor” y luego, en respuesta a Su llamado en la puerta de nuestro espíritu, “esperar con Él”, dedicando tiempo de calidad en Su presencia.
El Señor viene a “cenar con nosotros” y luego “cenamos con Él,” entonces, aumentaremos nuestra capacidad para reconocer Su voz.
“Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me halle, hallará la vida y alcanzará el favor de Jehová.” Proverbios 8:34-35
El Señor está frente a la puerta. Debemos ser unos “vigilantes diarios” esperando en los postes de las puertas (el punto en el que nos movemos del reino terrenal a lo celestial) en adoración anticipada y expectante, creyendo que la “puerta” se abrirá (un portal en los cielos) y que el Señor vendrá y se revelará así mismo a nosotros (Su presencia manifiesta). Esto es lo que significa esperar por el Señor.
Jesús está en la puerta de nuestro espíritu llamando, esta es nuestra recompensa por desear conocerlo personalmente, por tanto, bienaventurado aquél (usted y yo) que ha estado vigilando y escuchando “diariamente” en Sus puertas y respondiendo a la voz de Su llamado.
“Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.” Isaías 6:4
“Esperar por el Señor” tiene que ver con expectativa. Este no es el tiempo en el que hacemos conocer nuestras peticiones al Señor, tampoco significa esperar “pasivamente,” sino que es un tiempo en el que esperamos “activamente” (en adoración anticipada), para ser llenos con Su presencia y para tener comunión con Él.
Este tiempo de “esperar por el Señor” debería ser un tiempo de adoración en silencio y en quietud delante del Señor en el que nos hacemos más receptivos y sensitivos a Su Presencia, mientras “esperamos” para tener comunión con Él. Mientras nuestro ser exterior está quieto, nuestro ser interior, nuestro espíritu estará activo y despierto y será levantado al reino del Espíritu.
Una vez que comenzamos a escuchar, Jesús nos guiará para “cenar con Él” y a su vez, “Él con nosotros.” En la medida en que continuemos en comunión, Él puede impartirnos revelación o entendimiento acerca de lo que quiere lograr a través nuestro. En este momento, estaremos esperando en el Señor.
“Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual…” 1 Corintios 15:44
Entre tanto que continuemos esperando nuestra carne morirá progresivamente a todas las voces de la “mente natural” entonces saldrá a la luz, la “mente de Cristo,” esto es, Su pensamiento y propósito hechos realidad en nosotros.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.” Romanos 8:14
Deberíamos cultivar la práctica diaria de “esperar” por el Señor para luego poder esperar en Él hasta que ya no seamos más gobernados o controlados por las demandas del plano natural. Si continuamos haciendo esto nos haremos cada vez más sensitivos a Su presencia y nuestro oído espiritual se sintonizará más y más con la voz del Señor.
“Más hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria….. pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios.” 1 Corintios 2: 7,10
Lo más importante es la “calidad” de tiempo con la que “esperamos” en Su presencia. Cinco minutos de tiempo de calidad es más valioso que una hora de lucha. La “calidad” del tiempo depende de que estemos relajados, sin conciencia del reloj, sin sentir que tenemos que pasar mucho tiempo para ser recompensados por ese tiempo que dedicamos a esperar. La calidad de tiempo involucra el placer de la “relación.”
“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen…” Salmo 25:14
O con “los que vienen a Él en una actitud de adoración y anticipación.”
“Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera.” Isaías 64:4
Cuando comprometemos por completo nuestras vidas al Señor y comenzamos a buscar los planos más altos de Dios (ser, más que hacer) pidiendo a Él que se mueva en nuestro interior en cualquier manera como desee hacerlo, habrá una intensa oposición del enemigo para que tengamos ese tiempo de “esperar” en el Señor
Cuando quiera que comencemos a buscar al Señor con diligencia, el enemigo nos atacará o presentará resistencia para distraernos. De repente vendrán a nuestras mentes toda clase de pensamientos o de cosas para hacer, pero debemos levantarnos con “violencia” para renunciar y resistir este ataque.
El enemigo conoce el poder que puede fluir a través de la vida de alguien que ha estado a solas con el Señor así como el efecto que esto puede tener en aquellos que “atestiguan” de Él por el “brillo” resultante sobre su rostro, por tanto, él siempre buscará alejarnos de este lugar de intimidad con nuestro Señor.
“Levántate y resplandece; porque ha venido tu luz y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti… Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.” (Isaías 60: 1-3).
El “resultado de la presencia manifiesta” que experimentamos en nuestros tiempos de comunión íntima con el Señor será visto por otros. Esto los animará a buscar un conocimiento personal de Jesús.
“Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, oh doncellas de Jersusalen. ¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿A dónde se apartó tu amado, y lo buscaremos contigo? Cantar de Los Cantares 5:16- 6:1
Debemos estar dispuestos a apartar tiempo para esperar en el Señor, en Su presencia, cuando quiera que Él nos llame (en la puerta de nuestro espíritu), para este propósito. Entonces debemos “vencer” cada obstáculo que busca alejarnos de pasar tiempo de calidad con Él.
Comenzamos esperando “por” el Señor en anticipación y luego, cuando Él viene, comenzamos a esperar “en” Él, en Su presencia manifiesta.
“Yo amo a los que me aman y me hallan los que temprano me buscan. Para hacer que los que me aman tengan su heredad y que yo llene sus tesoros.” Proverbios 8: 17.21
La única manera para entrar en esta relación de Su permanente presencia, es comenzar a esperar “por” el Señor diariamente con la determinación de no parar, hasta que nos reunamos con Él y cenemos con Él.
Nuestro tiempo de “esperar por el Señor” debería consistir simplemente en persistir en Su presencia sin ninguna otra agenda que estar con Él. Nuestro espíritu debería estar enfocado en la “intimidad” más que en metas, el enfoque es “ser” en lugar de “hacer.”
Si nos acostumbramos a tener un lugar aparte para dedicar tiempo con el fin de “esperar por el Señor” habrá lugar a un proceso de renovación espiritual en nuestro interior. Esto nos conectará con Dios a través de la fe (el acto de esperar por el Señor), y luego nos guiará a una consciente revelación de Él (esperar en el Señor). Gradualmente vendremos a reconocer el valor de esas experiencias de estar en Su presencia y se convertirán en nuestro deleite.
Una vez que hayamos “degustado” el fruto de pasar tiempo esperando en la presencia del Señor, no estaremos satisfechos con nada menos.
La necesidad y el valor de dedicar “tiempo” para esperar en Su presencia han sido desconocidos o soslayados por muchos cristianos.
Quienes han aprendido el secreto de entrar en Su presencia son los que han encontrado la “perla de gran precio” la cual valorarán más que cualquier otra cosa.