por Wade E Taylor
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz, y abre la puerta, entraré a el y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20
El Señor está tocando en la “puerta del corazón” de aquellos que permanentemente desean conocerlo mejor, de aquellos que aman Su presencia y están buscando comunión con Él en un nivel más alto de relación.
Si usted tiene esas esas cualidades atraerá la atención del Señor y Él comenzará a tocar sobre la “puerta de su corazón,” para esto, usted debe dedicar tiempo de calidad con Él, “esperando en el Señor” en anticipación a Su “llamado” sobre la puerta de su espíritu.
En este proceso de “esperar en el Señor” hay dos pasos:
“Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mies puertas cada día, Aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me halle alcanzará el favor de Jehová” Proverbios 8:34-35
En el primer paso miramos hacia la “puerta” en actitud anticipada de adoración, esperando por que Su presencia sea manifestad a nosotros. Cuando el Señor responde, podemos empezar a “esperar en el Señor,” reconociendo Su presencia que está con nosotros, y luego, “cooperamos” activamente con Él cualquier modo que pueda dirigirnos o guiarnos.
Si ha habido un tiempo en el que necesitemos ser guiados por el Espíritu Santo, en el sentido de estar en el lugar correcto, en el tiempo correcto, con la palabra correcta, ese tiempo es hoy. Debemos ser buenos administradores de este “Llamado” manteniéndonos disponibles para poder escuchar y convertirnos en un vaso a través del cual el Señor puede hablar.
A menos que mantengamos una sensibilidad para escuchar Su voz, vamos a perder. Hoy, mientras nos aproximamos al final de la era de la Iglesia, el Señor está incrementando Su llamado en la “puerta de nuestro espíritu.” Él está hablando una “palabra presente” a todos los que están escuchando y respondiendo. Esta es la unidad por la que Él oró, Su voz como la voz de “muchas aguas.”
“Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.” Apocalipsis 1:13-15
Esta voz es como el poderoso río Niágara, es una palabra poderosa del fin de los tiempos que afectará grandemente a la tierra y a todos los que están en ella.
“Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al que está cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Jehová el Señor me abrió el oído y no fui rebelde, ni me volví atrás.” Isaías 50:4-5
La palabra antes citada fue clave en la “preparación” de Jesús para Su ministerio y también se refiere a nosotros en tanto que dediquemos tiempo de calidad esperando en el Señor, en Su presencia, como modo de preparación para nuestro lugar con Él en sus propósitos para los tiempos finales.
Tener la “lengua como de sabios” habla de el “espíritu de la profecía” en el que hemos venido a ser en grado tal uno con el Señor que nuestra voz se ha convertido en la expresión de Su voz.
“…El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” Apocalipsis 19:10
Este testimonio en el que el Señor desea expresarse es “impartido” en nuestro interior a través de nuestros tiempos de comunión con Él, mientras “esperamos en Él.” En la medida que Él nos estimula, Su “testimonio” (Aquél que Él desea decir a través nuestro) se convierte en el “espíritu de la profecía” en nuestro interior.
El “espíritu de profecía” va más allá del don profético en función y propósito. El “don de profecía” es una capacitación que funciona a través de la rendición de nuestro ser. El “espíritu de profecía” fluye a través de nuestra relación con el Señor que lo capacita a Él para hablar a través nuestro.
Esta unción profética permanente es el resultado del tiempo que dediquemos en la presencia del Señor. En la medida en que dediquemos tiempo con Él, nos hacemos cada vez más como Él y comenzamos a entender sus pensamientos y deseos: nuestra vida se convierte en la expresión de Su vida. Entonces tendremos la palabra correcta, en el tiempo correcto para ser entregada en el lugar correcto a la persona correcta.
“Despertará mañana tras mañana.” La palabra “despertar” significa que soy levantado por encima de la limitación de mi sentido natural de percepción y entendimiento, al reino de lo sobrenatural.
Cuando Él despierta mi espíritu, mi ser interior es alertado y se hace sensible a Su presencia. Si hoy intentamos experimentar esto quizá requeriríamos de un viento lo suficientemente fuerte que nos sacuda de nuestros pies, pero mañana seremos un poco más sensibles y no requeriremos de tanto. Finalmente tomará tan solo una leve brisa y escucharemos debido a que hemos cultivado o desarrollado la habilidad para oír.
David tuvo una sensibilidad o habilidad interior para rendirse al Señor a pesar de sus problemas, él pudo escuchar ya que tenía un corazón para el Señor. El Señor tuvo que hablar a alguno de los profetas a través de un asno, pero a David pudo decir:
“Te hare entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.” Salmo 32:8
David tuvo tal clase de relación con el Señor que podía sentir la propia presencia del Señor. Dios no tenía que hablarle palabras a David para que lo escuchara o para que conociera los deseos de Su corazón. David conocía el corazón y la mente del Señor debido a que había cultivado y desarrollado esa relación a través de los años mientras estaba en los campos cuidando las ovejas en las noches.
“Porque ¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” 1 Corintios 2:16
En la medida en que “esperemos en Él” nuestra mente será renovada de modo que junto con nuestro espíritu serán traídos progresivamente más cerca de Su mente. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento.” (Romanos 12:2). Esta transformación es forjada en nuestro interior mientras dedicamos tiempo para “esperar en Su presencia.” A través de esto llegamos a conocer los pensamientos de Dios hacia nosotros y somos capacitados para caminar en Su voluntad y en Sus caminos.
Cuando apartamos tiempo para “esperar en el Señor” hacemos que Él pueda ensanchar nuestra capacidad espiritual entonces Él nos concederá un mayor nivel de autoridad espiritual que sólo viene por escuchar del Señor y permitirle que nos hable. Esta habilidad para oír se desarrollará en nosotros mientras aprendemos a esperar en Él. Es de esta manera que nuestros tiempos delante de Su presencia se convierten en “una rueda dentro de la rueda” que nos capacita para responder a los estímulos del Espíritu Santo y para movernos en Su voluntad. (Ezequiel 10:1-7).
“Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios.” Marcos 3: 13-15
Este es el ímpetu que nos empodera para movernos “con” Él en la ejecución de Su voluntad y propósitos.
“Ven, oh amado mío, salgamos al campo, Moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; veamos si brotan los vides, si están en cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores.” Cantar de Los Cantares 7: 11-12
Es esencial para nuestra salud espiritual que dediquemos tiempo de calidad en Su presencia, esperando en Él. Sólo entonces tendremos la energía espiritual para enfrentar los retos, pruebas y problemas de la vida.
“Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán.” Isaías 40:31
Durante esos tiempos de íntima relación, somos traídos a una unión más estrecha con Él. En la cercanía de esta comunión recibiremos de Su vida y fuerza, y junto con esto, vendremos a un entendimiento más profundo de los principios espirituales y a un despliegue de Su palabra, lo cual nos acercará aún más a Él.
“…para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.” Hechos 3:21
La clave para una vida victoriosa está en “esperar en el Señor.” A lo largo de los Salmos, cuando quiera que David estaba en circunstancias difíciles, constantemente se recordó a sí mismo para “esperar en el Señor.”
“Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón” Salmo 27:14
Es allí en la presencia del Señor que comenzaremos a entender los misterios del Reino. Habrá una realineamiento de nuestro ser interior y nuestras prioridades cambiarán de lo natural a lo espiritual. Nuestros sentidos espirituales serán energizados por Su presencia y restaurados para responder a Sus propósitos.
Mientras esperamos en el Señor, experimentaremos un genuino encuentro con Él. Luego, a donde quiera que vamos el resultado de esta “presencia manifiesta” que hemos experimentado quitará de raíz toda esclavitud y temor en los que son testigos de la expresión de Su vida a través de la nuestra.
Durante esos prolongados tiempos que pasemos en Su presencia, estamos “sembrando” en el Espíritu, ensanchando nuestra capacidad para fluir en el Espíritu. Esto siempre es costoso para el hombre natural pero es una gran oportunidad para vencer.
Aparentemente, las muchas veces que nos levantamos temprano pueden parecer que no son fructíferas, pero la continua expresión de nuestro deseo por Él, junto con nuestra adoración y obediencia de ir en pos de Él más que las cosas, resultarán en un efecto acumulativo que producirá un sorprendente y profundo resultado porque nos habremos “convertido” en un vaso profético disponible para Él.
Esos tiempos de “esperar en el Señor” en Su presencia, no producen resultados rápidos sino duraderos. Jesús nos mandó a permanecer en Él añadiendo que esto haría que llevemos “fruto que permanece.” La vida permanente, la vida que “espera” en la presencia de Dios producirá fruto que permanecerá en la eternidad.
“Yo amo a los que me aman; y me hallan los que temprano me buscan…para hacer que los que me aman tengan su heredad y que yo llene sus tesoros.” Proverbios 8:17,21
En verdad el Señor está llamando a la puerta de nuestro corazón y de nuestra vida. Él está buscando entrar. Él está buscando una gente que responda a Su llamado y que abra la puerta y lo invite para que puedan “esperar en Él.”
Cuando yo espero en el Señor, me hago aparte de toda actividad y me siento, quietamente en actitud de adoración. No uso la música ya que ésta es una distracción para mi oído espiritual, en lugar de esto me siento, quietamente en actitud de expectación y adoración como si observara a la puerta esperando que en cualquier momento se abra y entre una persona (Jesús)
Mi fuerza espiritual es renovada mientras me acerco a la vida de Jesús que fluye desde el trono, pero esto NO es un poder abstracto como algunos enseñan. Vemos a una persona, no a un poder.
Puedo esperar por varios minutos u horas y a menudo he sentido que ha pasado muy poco o nada pero luego, tras mi tiempo de espera cada cosa que hago la puedo hacer mucho mejor y tengo a un brillo en mi espíritu. Cuando dedico tiempo para esperar hay un resultado notable.
Sólo entonces puedo decir con confianza:
“…Venga mi amado a su huerto, y coma su dulce fruta” Cantar de Los Cantares 4: 16