Wade E. Taylor
Cuando se observa las caras de un diamante, puede parecer como si algunas de estas se opusieran a otras, no obstante la belleza del diamante se debe a que sus varias caras se “complementan” unas con otras. Así también, el hecho de participar de la “comunión” con nuestro Señor tiene diferentes aspectos bajo los cuales puede ser entendida y experimentada.
Algunos reciben la comunión de una manera ritual tomando el pan y el vino como símbolos o emblemas del cuerpo y la sangre del Señor. En un símbolo o un emblema no hay vida y quienes así lo hacen solo reciben una satisfacción religiosa o sentimental.
Otros reconocen que están tomando parte de la propia vida del Señor luego, en la medida que participan de eso literalmente reciben la Sangre y el cuerpo que les son impartidas.
Debería haber un tiempo de preparación para que podamos tomar parte de la comunión. Debemos ser levantados a la presencia del Señor para que Su vida fluya a nuestras vidas.
Así como no es posible que “esperemos en el Señor, en Su presencia” sino hasta que hayamos pasado del reino natural al espiritual, tampoco es posible “recibir” el cuerpo y la sangre de Jesús, hasta que hayamos cambiado de reino.
La palabra “comunión” tiene que ver con comunicación, Jesús habla y nosotros escuchamos, luego nosotros hablamos y Él escucha. Así, cuando entramos en “comunión” con Jesús y llegamos a ser “uno” con Él como una “rama” que está conectada correctamente a la “vid” y estaremos habilitados para participar de Su vida.
Hay principios fundamentales establecidos en la Palabra de Dios y que se aplican a nuestra participación de la comunión.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús … Porque la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y la muerte.” Romanos 8:1-2
Esta “condenación” es el juicio (la muerte) que fue impartida a Adán por su transgresión. Esta sentencia de muerte fue transmitida a cada uno de nosotros sin embargo, somos libres de la “ley del pecado” a través de la sangre de Jesús derramada en la cruz. Somos libres de la “ley de la muerte” a través de nuestra identificación con la resurrección y ascensión de Jesús como el Espíritu que vivifica y que nos hace participantes de la “Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.”
“Y así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán (Jesús), espíritu vivificante (que da vida).” I Corintios 15:45
Esta vida que da el Espíritu incluye sanidad, salud divina, y longevidad. Quien recibe este don de “vida” de Jesús, se destacará de los demás por la calidad de su salud, y la duración de su vida.
Jesús alimentó a la multitud con cinco panes y dos peces. Más tarde, cuando ellos volvieron a sentir hambre, regresaron a pedir más. Jesús les contó entonces que tenía algo mejor y les dijo:
“… Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros … Vuestros padres comieron el maná y murieron; el que come de este pan vivirá eternamente.” Juan 6:53, 58
Jesús les ofreció una vida más elevada por la cual no iban a morir. La condición era que ellos comieran, no una segunda porción de los panes y los peces, sino más bien, de Su carne y Su sangre. Esta palabra de “vivir para siempre” se aplica principalmente a nuestra vida eterna en el cielo, pero también tiene una “aplicación” actual que puede afectar nuestra vida presente. Jesús dijo:
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mi, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer “Juan 15:1-5
Él dijo que Él es “vid” (el árbol de la vida) y que nosotros somos como una rama que sólo tenemos vida en tanto que participemos de Su vida. La transgresión de Adán hizo que fuéremos removidos de nuestra conexión con el Árbol de la Vida y que quedáramos unidos al árbol del conocimiento.
El Señor sacrificó un animal y cubrió a Adán y Eva con su piel y a través de la sangre derramada de ese animal hubo una provisión de perdón para ellos, no obstante ellos ya tenían en su interior lo que habían comido del árbol del conocimiento es decir, el derecho a escoger por sí mismo. Adán y Eva perdieron su permanente estado de dependencia del Señor y ya no podían participar más del Árbol de la Vida.
Así mismo cada uno de nosotros hemos nacido unidos al árbol del conocimiento, pero por medio de la victoria total que Jesús obtuvo a nuestro favor en la cruz, podemos separarnos del árbol del conocimiento y unirnos nuevamente al Árbol de la Vida. De este modo, cuando “participemos de la comunión” recibiremos la propia vida de Jesús fluyendo directamente a nosotros.
Si participamos de la comunión como un símbolo o emblema estamos participando de una forma religiosa muerta. Jesús no quedó muerto sino que fue resucitado de entre los muertos y ascendió al trono para sentarse a la diestra de Su Padre. Es por eso que podemos decir que el pan es el pan vivo que es Su cuerpo vivo. La copa, el fruto de la vid es Su sangre, Su sangre viva. En la medida en que tomemos la comunión así, Su vida será impartida a nosotros de modo tal que Él puede vivir Su vida a través de la nuestra.
Si se corta por completo una tira de corteza alrededor de un árbol y retira de este, comenzará el proceso de muerte. El árbol ya no puede recibir la vida que se extrae del sistema de raíces, y morirá pronto. Así también, la vida de la “Vid” (Jesús) debe fluir a nosotros, como si fuéramos una “rama” que está unida a la “Vid”. Para que esto tenga lugar, debemos estar adecuadamente conectados a la vid, (Jesús) tal como lo está la rama a la vid natural, sólo entonces la vida de Jesús podrá fluir a nosotros como el “poder de una vida sin fin.”
“No constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.” Hebreos 7:16
Cada mañana, cuando me levanto, una de las primeras cosas que hago es la que sigue:
“Señor te doy gracias por una Buena noche de descanso. Señor, por medio de la transgresión de Adán, yo nací unido al árbol del conocimiento, pero por medio de tu redención en mi favor, yo me libero del árbol del conocimiento y como una rama, humildemente, vengo la vid verdadera y me uno nuevamente al Árbol de la Vida para que tu vida pueda fluir a mi vida mientras tomo parte de tu Cuerpo y tu Sangre vivientes.”
Ingerir comida para sostener nuestro cuerpo natural no es una opción sino una necesidad. Así también el que “tomemos parte” de la vida del Señor no es una opción. Esta participación del “cuerpo” y de la “sangre” de Jesús debe ser mucho más frecuente que el primer domingo de cada mes. En lugar de esto deberíamos participar diariamente de la “comunión” con el Señor de lo contrario sufriremos pérdida tanto en lo espiritual como en lo natural.
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora pues no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.” Génesis 3:22
Alguna vez pensé que Adán tuvo una existencia eterna dentro de él en el tiempo de su creación y que habría vivido por siempre si no hubiese caído en transgresión. Sin embargo, Adán había sido formado del “polvo” lo cual habla de una dependencia creada pues es imposible formar algo del polvo. Era necesaria “la humedad,” la propia vida de nuestro Señor Jesucristo, tal como el fluir de la vid hacia la rama, para que el polvo pudiera tener, forma, aspecto y propósito.
“Ahora pues no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.” De repente vi lo que se había dicho: cuando tomamos la comunión “alargamos nuestra mano, tomamos y comemos.” Adán venia regularmente y tomaba del árbol de la vida por eso continuaba vivo pero cuando cayó en transgresión quedó impedido para seguir tomando de Árbol de la Vida (participar de la comunión) y comenzó a morir.
Si Adán hubiera podido continuar comiendo del árbol de la vida, habría continuado viviendo, pero el juicio por la transgresión era la muerte. Todo lo que el Señor tenía que hacer para cumplir esta sentencia era evitar que Adán tomara la comunión (alargando su mano … tomando … comiendo, y viviendo). Por lo tanto, el Señor puso un ángel con una espada de fuego frente al Árbol de la Vida, para evitar que Adán siguiera comiendo.
Esta “espada flameante” fue quitada en el día de Pentecostés y dejó de ser un impedimento para convertirse en un medio de acceso. En ese día la espada descendió y se posó sobre la cabeza de cada uno de los ciento veinte que estaban presentes y fueron llenos con el Espíritu Santo. El velo había sido rasgado y fue abierto para nosotros un camino para entrar en la presencia del Señor.
“… Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, está en medio del paraíso de Dios.” Apocalipsis 2:7
Cuando participamos de la comunión, el camino de entrada al “Árbol de la Vida” queda abierto para nosotros y entonces podemos participar de la vida misma del Señor Jesús, como el Árbol de la Vida
Cuando la multitud que había venido a ver milagros estuvo con hambre, Jesús multiplicó cinco panes y dos peces y fueron alimentados abundantemente. (Juan 6:1-26). Más tarde la multitud regresó por más y cuando Jesús les dijo que iban a comer de Su carne y a beber de Su sangre se burlaron de Él y se fueron. En ese tiempo Jesús no podía explicarles cómo iban a participar de Su carne y a beber de Su sangre ya que aún tenía que cumplir Su preparación para morir en la cruz del calvario por nuestro pecado y luego resucitar para convertirse en ese espíritu vivificante que suministra vida espiritual.
Llegado el tiempo del cumplimiento de Su ministerio, la noche anterior de que entregara Su vida en la cruz, Jesús pudo explicarles cómo iban a comer de Su carne y a beber de Su sangre:
“… El Señor Jesús … tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí “I Corintios 11:23 – 25
Tenga en cuenta que Jesús dijo: “Este pan es Mi cuerpo; Y esta copa es Mi sangre.” Él no dijo “Esto es un emblema o un símbolo de Mi cuerpo y de Mi sangre”. Luego, Jesús dijo que Él no tomaría parte otra vez con nosotros, hasta que participáramos juntamente con Él, en el Reino de Dios.
“Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.” Lucas 22:16
La Palabra dice, “De cierto os digo, que si nos os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18: 3). Cuando participamos de la comunión vemos un pan, pero Jesús dijo, “Este es mi cuerpo.” Cuando tomamos de la copa vemos el fruto de la vid, pero Jesús dijo: “Esta es mi sangre.” Si tenemos la mente de un niño simplemente creemos lo que Jesús dijo, no lo que vemos.
Algunos enseñan que el “pan” y el “fruto de la vid“, deben ser primero transformados en el cuerpo y la sangre de Jesús y que el sacerdote procura hacer esto para el creyente. Otros dicen que no podemos hacer esto por nosotros mismos, sin un sacerdote.
No obstante nosotros hemos de creer lo que dijo Jesús, y participar del pan y del fruto de la vid por fe, creyendo que literalmente estamos participando del cuerpo y la sangre de Jesús. Los que necesitamos cambiar somos “nosotros” no el pan y el fruto de la vid.
“Y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa después de haber cenado, diciendo : Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí “ I Corintios 11:24 – 25
“..haced esto todas las veces que la bebiereis …” Esta palabra “todas” sugiere que podemos tomar la cena la comunión tan a menudo como deseemos. Somos completamente libres de tomarla en cualquier tiempo. No estamos limitados para tomarla solo en un servicio de la iglesia.
Jesús dijo que tomemos la comunión participando “en su memoria.” En vez de instruirnos a recordar Su muerte en la cruz, El estaba dirigiendo nuestro pensamiento al tiempo atrás cuando dijo a la multitud que iban a “comer Su carne y a beber Su sangre.”
“Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? “ Juan 6:66-67
En ese momento Jesús no podía explicar cómo tomar parte en la comunión pero luego pudo hacerlo. Con este entendimiento debemos saber que, cuando creemos lo que Él dijo con la fe de niños literalmente estamos participando de Su cuerpo y de Su sangre y al hacerlo debemos tomar una decisión: “Señor, miro y veo un pan y el fruto de la vid, pero elijo creer, no lo que veo, sino lo que dijiste que era” (esto es Mi cuerpo, y Mi sangre).
” Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante (vida, dador de vida).” I Corintios 15:45
En Su ascensión, Jesús vino a ser un Espíritu que suministra vida como que Él es el Árbol de la Vida.
“No constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.” Hebreos 7:16
Entonces, cuando participamos de la comunión, estamos comiendo y bebiendo de la misma vida de aquél que puede impartir vida. Él es una “raíz” de tierra seca:
” Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca ….” Isaías 53:2
Por lo anterior, puede ser dicho que Jesús es el Árbol de la Vida en forma mística que sólo es reconocible por aquellos que tienen ojos “espirituales.”
“Por tanto, pruébese cada uno a si mismo y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. ” I Corintios 11:28-30
La comunión es, entonces, la “forma mística de del Árbol de la Vida” la cual está oculta a los que son espiritualmente ciegos. Jesús dijo que si tomamos indignamente de la cena o sin el entendimiento de que Él es en sí mismo el Árbol de la Vida, sólo vamos a participar de un proceso de muerte (comer y beber juicio para sí mismo, sin discernir el cuerpo del Señor).
Cuando recibimos el pan y el fruto de la vid como cualquier otra comida buena estaremos cerca a la muerte, pero si tomamos la cena con entendimiento espiritual, sabiendo lo que estamos haciendo, no estaremos más débiles, enfermos y muriendo prematuramente. En lugar de esto vamos a recibir al “Espíritu vivificante que suministra vida” y estaremos viviendo.
Así, pues, todas las veces que comieres este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga.” I Corintios 11:26
“Así, pues, todas las veces que comieres ….” A menudo como hagamos esto, estaremos “anunciando” la muerte del Señor. Esto significa que “demostramos” el valor de la muerte del Señor. Si morimos al igual que otras personas no estamos demostrando nada. Cuando tomamos parte de la vida, estamos recibiendo aquella “vida abundante” que Jesús vino a ofrecer.”
Pablo nos dice que hemos sido libres de la “ley del pecado y de la muerte.” Cuando tomamos el pan (Su cuerpo) y nos identificamos con Jesús en Su muerte sobre la cruz somos perdonados a través de la sangre que Él derramó en nuestro favor. En tanto que nos identifiquemos con las heridas que Jesús llevó en Su cuerpo vamos a recibir sanidad y estaremos participando “dignamente” de la comunión del Señor.
Nos identificamos entonces con Jesús en Su resurrección y ascensión. Cuando Jesús ascendió, se hizo “espíritu vivificante” y en esta identificación, recibimos la vida de Jesús como la vida de la vid fluyendo en nosotros como si fuéramos una rama. Entonces, Su vida puede ser vivida dentro de nosotros y así participamos dignamente de la cena del Señor.
El “Árbol de la Vida” se refiere a la vida o la muerte. El “árbol de la ciencia del bien y del mal” se refiere a lo que es bueno o malo, correcto o errado. En nuestras experiencias de la vida diaria frecuentemente estamos tomando decisiones o escogiendo entre lo que nosotros creemos que es correcto o equivocado, y opinamos acerca de lo que creemos que estamos haciendo bien o mal. Cuando hacemos esto nos estamos volviendo otra vez árbol del conocimiento.
Cuando yo voy a participar de la comunión lo primero que hago es liberarme del árbol del conocimiento y luego me uno nuevamente al Árbol de la Vida; también suelo hablar al Señor en diversas formas que incluyen lo siguiente:
“Señor, yo libero la totalidad de mi ser del árbol del conocimiento y a través de Tu redención en mi favor, humildemente vengo a Ti para unirme de nuevo al Árbol de la Vida, como una rama que sólo puede vivir recibiendo la vida de la Vid verdadera fluyendo en la mía.
Tú tomaste el pan, como si fuera Tu cuerpo y lo bendijiste. Señor, yo santifico este pan que estoy sosteniendo en mi mano, para que sea lo que Tú dijiste que era, Tu cuerpo. Yo lo como, y recibo Tu cuerpo vivo que es impartido en la totalidad de mi ser, para que Tú puedas vivir Tu vida dentro de mi vida.
Luego tomaste la copa y la bendijiste como Tu sangre. Señor, yo santifico esta copa con el fruto de la vid, que estoy sosteniendo en mi mano, para que sea lo que Tú dijiste que era, Tu sangre viva. Y bebo, y recibo Tu sangre viva, recibo el poder de una vida sin fin, para que Tu cuerpo puede vivir activamente dentro de mi.
Señor, en la identificación Contigo como el Árbol de la Vida, yo libero a la totalidad de mi ser del poder de la muerte, y recibo sanidad y larga vida. Señor vive Tu vida a través de mi vida”
Al igual que Adán, tenemos que venir a menudo al “Árbol de la Vida”, para poder seguir viviendo, de lo contrario moriremos progresivamente. Por lo tanto, cuando participamos por fe de la comunión del “Árbol de la Vida”, vamos a vivir a plenitud el tiempo que nos ha sido dado.
Aquellos a quienes el Señor está llamando para ser “un remanente” van a descubrir la conexión entre la comunión y el Árbol de la Vida como un principio que se revelará en este tiempo. Pablo dijo: “… nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor…” (I Tesalonicenses 4:15).
En el octavo día de Su vida Jesús fue llevado al templo para ser dedicado conforme a la ley. En ese lugar había dos personas, Ana y Simeón. Ana era anciana, pero Simeón tuvo una “palabra”, por la cual él no vería la muerte hasta que viera al ungido del Señor. Ana estaba “viva”, pero Simeón pertenecía a “un remanente”. Hubo entonces dos clases de personas que estaban presentes en el templo.
Pablo dijo que en el momento del regreso de nuestro Señor, estarían presentes estas dos clases de personas, las que están “vivas” en el curso normal de la vida, y las que pertenecen a un “remanente”, aquellas cuyas vidas han sido extendidas debido a que han aprendido el principio de la comunión.
Estos son los que están mirando más allá de las formas litúrgicas religiosas, están viendo una realidad espiritual y participan de la comunión en fe, sabiendo que están comiendo de la propia carne de Jesús y bebiendo de su propia sangre como el Árbol de la Vida.
Podemos tomar la comunión tan a menudo como queramos. La palabra confirma claramente esto:“todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis (manifestamos su valor, al recibir la vida), hasta que Él venga.” (I Corintios 11:26).