Wade E Taylor
“Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas, todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.” Salmo 42:7
Hay una profundidad que fue creada en cada uno de nosotros, (capacidad y habilidad espiritual) que nos capacita para responder al eterno deseo que está en nuestro Creador. Si nos quedamos quietos y escuchamos, oiremos esta “profundidad” que siempre llama a lo profundo que está en nosotros, buscando por una satisfacción que no puede ser hallada en ninguna otra manera.
Una vez que hemos puesto incondicionalmente la totalidad de nuestro ser en las manos del Señor observaremos un resultado particular del tiempo que le dediquemos consistente en que, no solamente Él tendrá un singular interés en nosotros (Su aprobación permanente sobre nosotros), sino que además, Él nos convencerá cuando comenzamos a desviarnos para atraernos aún más cerca de Él. No podemos dar de lo que no tenemos.
“Porque el Señor, al que ama disciplina; y azota a todo aquél que recibe por Hijo.”
Hebreos 12:6
Es de extrema importancia entender que esta “presencia de convicción,” siempre nos ascenderá hacia una activa y perceptiva relación espiritual con Jesús. En contraste, la condenación, que viene del enemigo siempre nos desviará del Señor, nos hará descender hacia la muerte. No podemos perder si respondemos y nos sometemos a los tratos del Señor.
Ha habido tiempos cuando yo he sentido esta convicción perturbadora y la he entendido mal. Finalmente fui consciente de lo que estaba pasando y me volví al Señor, allí Él vino como un “Perturbador Divino,” esperando por mi respuesta.
“Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste mi pecado.” Salmo 32: 4-5
Cuando David reconoció la fuente de la presencia de convicción que estaba experimentando y se arrepintió, el Señor vino a Él en una manera profunda. El propósito último de esta labor de convicción del Señor es hacer volver nuestro corazón de modo singular hacia Él, para que pueda estar en control de la totalidad de nuestro ser y de todo lo que nos pertenece.
“…todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.” Salmo 42:7
De este modo, el resultado de la disciplina del “Perturbador Divino” es la bendición del “favor divino” reposando manifiestamente sobre nosotros. Esto habla de la atención singular del Señor hacia nosotros como si fuésemos la única persona en el universo. Esto es difícil de entender, pero es una experiencia maravillosa.
“Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás. Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar, sobre ti fijare mis ojos.” Salmo 32: 7-8
Esta “abierta recompensa,” Su aprobación y presencia reposando sobre nosotros con la actividad divina a nuestro favor, es el resultado de nuestro arrepentimiento y cooperación con su mano de disciplina la cual es dispuesta para hacernos volver a la “puerta” que nos guiará al lugar de su presencia permanente.
“Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” Mateo 6:6
Esta experiencia de Su aprobación (favor divino) reposando sobre nosotros, está disponible para todos si nos volvemos a Él y dedicamos tiempo de calidad en su presencia esperando en Él. En el pasaje de arriba, la palabra “aposento” ha sido cuidadosamente escogida; todos tenemos una especie de aposento (closet) en nuestros hogares que usualmente están llenos. Esto significa que se requerirá un esfuerzo de nuestra parte para hacer una habitación de modo que podamos estar a solas con el Señor.
Cuando un hombre joven se enamora, el objeto de su amor se hace singular. Todas las demás damas pasan a un segundo plano. Él enamorado tiene un “ojo singular” hacia una joven mujer determinada. Este nivel de relación es mayormente cultivado y desarrollado en la medida en que los dos se conocen el uno al otro. Advierta que el Señor se ha comprometido a responder a la expresión de nuestro amor hacia Él. En el nivel humano, nuestra habilidad para amar es limitada y voluble, pero no importa cuántas razones podamos tener para pensar que Jesús no pudiera estar interesado en nosotros, si consistentemente le expresamos nuestro amor, Él responderá y tomará la iniciativa de traer cambios a nuestra vida.
No hay excepciones a esta experiencia de Su aprobación permanente sobre nosotros; simplemente requiere de nuestro corazón arrepentido y de la continua expresión de nuestro amor por Él.
Aunque esos roles de Dios como el de un “perturbador” y de ser alguien con quien puede cultivarse una “amistad personal” pueden parecer opuestos, en realidad son paralelos y muy correlacionados. Todos nos relacionamos o dependemos de cosas que nos impiden este alto nivel de relación con el Señor; estas “cosas” deben ser tratadas o removidas por el Señor.
Con relación a estas cosas, el Señor no tratará duramente con nosotros, en su lugar, nos corregirá o nos disciplinará sólo lo necesario para llamar nuestra atención de lo terrenal a lo celestial.
“El que ara para sembrar, ¿arará todo el día? ¿Romperá y quebrará los terrones de la tierra? Cuando ha igualado la superficie, ¿no derrama el eneldo, siembra el comino, pone el trigo en hileras, y la cebada en el lugar señalado, y la avena en su borde apropiado? Isaías 28:24-25
El que ara solo hace lo necesario para preparar el terreno que recibirá la semilla para que la cosecha pueda ser abundante. Así también, el interés del Señor está en la calidad de nuestra relación con Él. En consecuencia, su disciplina está limitada a ese propósito y su acción correctiva sólo continua hasta que haya obtenido la respuesta deseada.
Hay algunos a quienes el Señor le gustaría disciplinar, pero Él no puede hacerlo porque ellos no están dispuestos a rendirse incondicionalmente en sus manos para permitir que su corrección sea plenamente cumplida.
Durante un tiempo cuando yo fui al primer año de estudios en la Escuela Bíblica, estuve tan desanimado que decidí abandonar la escuela. Sentía que el Señor tenía poco interés en mí y que Él tenía algo muy especial para todo los demás, menos para mí.
Había un grupo de estudiantes casados que conocí en una semana de comunión y oración y vine a ellos por lo que había sentido la última vez. Ellos estaban muy emocionados, compartiendo lo que el Señor estaba haciendo en sus vidas. Yo me senté allí sintiendo pena por mí mismo, consolándome con el hecho de que abandonaría la escuela al día siguiente. Entonces noté un acuario y comencé a observar los peces que se movían en si medio ambiente. Mientras continuaba observando vino una intensa presencia del Señor que se posó sobre mí y de repente me sentí como si fuera uno de esos peces profundamente envuelto en la presencia del Señor.
Mientras estuve allí, inmerso en Su presencia, sentí como si Su aprobación o favor fuese singularmente sólo sobre mí. Yo me había ubicado en una esquina de la habitación retirándome de los otros para poder sentirme mejor teniendo lastima de mí mismo. Sin embargo, estaba experimentando una presencial inusual del Señor y parecía que nadie más era consciente de esto.
En lugar de estar preocupado con mi renuncia al día siguiente, ahora estaba juzgando a los demás por su falta de sensibilidad espiritual y por el hecho de que no estuvieran encontrándose con el Señor como yo lo estaba haciendo. De pronto, uno de esos estudiantes dejó la mesa y me entregó un libro que estaba abierto en una página determinada.
La página tenía el relato de una visión de tres personas que estaban delante del Señor. Él vino al primero de ellos e hizo un gran estruendo sobre esta persona. Luego el asintió sobre el segundo y preguntó por el tercero. Luego, un espectador dijo: “ Yo entiendo esto, el Señor está muy interesado en la primera persona, ligeramente interesado en la segunda y no está nada interesado en la tercera.”
El Señor respondió diciendo: “Lo tienes al revés. El primero es débil y necesita mucha atención. El segundo necesita que le recuerde mi amor de cuando en vez, pero el tercero es un siervo confiado que me conoce y uno en quien yo puedo confiar implícitamente.”
Yo sentí entonces su presencia que me disciplinaba y me di cuenta de que era como el débil, que necesitaba toda la atención que estaba recibiendo y que los demás eran como el tercero. Yo había hecho un juicio equivocado y profundamente arrepentido me comprometí conmigo mismo a terminar la escuela.
En cada uno de nosotros hay diferentes situaciones y circunstancias que el Señor usa para perturbarnos o provocarnos de modo que Él pueda tratar con nuestras actitudes de egocentrismo y de auto justicia. A nosotros nos corresponde conceder permiso al Perturbador Divino,” para que proceda a hacerlo y luego debemos colaborar con lo que Él hace. Esas cosas que están sepultadas dentro de nosotros solo pueden ser tratadas por el Señor hasta que son expuestas.
El capítulo seis de Isaías recuerda la experiencia del profeta cuando dejó de poner su interés en el trono de un rey humano y levantó sus ojos al Trono eterno del Rey de todos los Reyes. Esto hizo que la vida y el ministerio de Isaías fueran transformados. Para que Isaías pudiera experimentar este nivel superior de identidad con el Señor tuvo que ser llevado a un tiempo de oscuridad (en el año en que el rey Uzias murió), para ser liberado de todo aquello en lo cual había confiado anteriormente.
Uzías había sido un buen rey y había mostrado su favor a Isaías pero el Señor estaba buscando llevar a Isaías a un trono más elevado. Muchos de nosotros estamos satisfechos con lo “bueno”, cuando el Señor desea que busquemos lo mejor. Por lo anterior, el “El Perturbador Divino” provocará una situación tal como lo hizo con Isaías en el año en el que el rey Uzías murió,” para llamar nuestra atención respecto al hecho de que tenemos una necesidad.
Si en verdad nos hemos comprometido con el Señor, no habrá accidentes para nosotros. La totalidad de nuestro ser estará en sus manos y Él actuará activamente en nuestro favor. Arriba del Trono (el lugar en donde estamos sentados con Jesús), están los serafines cada uno con seis alas. Esos tres pares de alas significan la “actividad divina” en nuestro favor. Con el primer par de alas (la palabra y el espíritu en balance), ellos cubren su cabeza, (se someten incondicionalmente a Su liderazgo), con las otras dos se cubren sus pies (caminar donde Él nos llame a caminar).
Para funcionar correctamente en esta relación, nuestra cabeza debe estar cubierta para que Su cabeza pueda estar en control. Nuestros pies deben estar cubiertos para que podamos caminar sólo mientras Él guía. Sólo en este momento estaremos listos para operar en el reino celestial. Con el tercer par de alas, vamos a volar a su instrucción (levantados al plano del Espíritu). Así, en Isaías 40:31 se expresa que “levantaremos vuelo como las águilas.” Esto se refiere a la actividad divina en cada aspecto de nuestro ser.
“Y el uno daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” Isaías 6:3
El Señor no solo recibe nuestra adoración, sino que Él obra, también, a través de nuestra adoración.
“Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.” Isaías 6:4
El “humo” es Su gloria revelada, Su aprobación permanente de modo singular sobre nosotros. El humo es también como un espejo, la reflexión de lo que podemos ver de nosotros mismos.
Es solo en Su presencia que podemos vernos tal como somos y ser capaces de un arrepentimiento interior profundo.
“Entonces dije: ¡Ay de mí¡ que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Isaías 6:5
Aunque Isaías había estado ministrando por algún tiempo, ahora, en la reflexión de la gloria del trono celestial, vio el nivel profundo de su necesidad y se arrepintió.
El pecado es una acción, una caída, pero la iniquidad es el “principio” detrás de la acción. En el sermón del monte, Jesús fue más allá del “acto” fue a la intención detrás del acto. Nuestro pecado puede ser perdonado, pero se requiere de una intervención con “carbones encendidos,” del altar para tratar con el principio que reside al interior de cada uno de nosotros que provoca y permite la acción del pecado.
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca apagará.” Mateo 3: 11-12
En este tiempo presente, el Señor se está moviendo sobre aquellos cuyo pecado, junto con la iniquidad sobre el que este yace, han sido tratados para que Él pueda tener un cuerpo de “vencedores” en quienes pueda confiar plenamente para Sus propósitos de los tiempos finales.
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” Isaías 6: 6-7
El Señor tendrá aún un pueblo de aquellos sobre los cuales Él haya “quemado” la propia raíz de la iniquidad. “Perturbador Divino” está próximo a moverse en una visitación de “fuego” en el que la escoria que aún está dentro de nosotros sea consumida en fuego y quitada. Seremos refinados para que la imagen y semejanza de Jesús pueda ser vista en la reflexión del “oro” en el que nos habremos convertido, (no hablo de posesiones)
El Señor está comenzando a llamar nuestra atención. Él es un “Perturbador” que está buscando algo mucho más elevado. Cuando Poncio Pilatos fijó su mirada sobre Jesús dijo: “No encuentro falta en Él.”
Así también en nuestro día, cuando seamos juzgados, que se escuche ese mismo reporte sobre nosotros.