Skip to content

Dos Árboles

Wade E Taylor

 “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer, también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal… Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comiereis, ciertamente morirás.” Génesis 2:9,16-17

El Señor puso al hombre en un ambiente de prueba para que pudiera ser probado. Para lograr esto Dios puso dos árboles en medio de las actividades diarias de Adán que le servirían de medios para probar al hombre. Esos dos árboles fueron el “Árbol de la Vida” y el “Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.

These two trees were diversely different in their intent and purpose.  Adam was told to freely partake of the one; but he was forbidden to eat of the other.

Esos dos árboles fueron diferentes en su intención y propósito. Adán era libre de tomar uno de ellos pero tuvo prohibido comer del otro.

El Árbol de la Vida se refiere a la vida espiritual que el Señor sopló sobre Adán. Para que Adán pudiera vivir le era necesario tomar diariamente del Árbol de la Vida, esto lo conducía a una  plena dependencia de su Creador. El otro árbol, el de la ciencia del bien y del mal, se refería a su vida natural, la  que le daba la oportunidad de ser independiente de Dios.

El capítulo 53 de Isaías presenta una descripción del “Árbol de la Vida” y nos revela que se trataba de Jesús.

 “Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo para que le deseemos.” Isaías 53:2

Jesús es visto por la humanidad caída como una “raíz de tierra seca” sin una forma o apariencia simpática que lo hicieran deseable. La belleza de Jesús está en su interior y sólo es reconocible a través de la redención y la revelación.

El “Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal” sin embargo, es totalmente diferente. Es agradable a los ojos y no sólo luce agradable para comer, sino que realmente sabe bueno. En otras palabras, el camino de la carne es atractivo a cada aspecto de la naturaleza humana caída mientras que la espiritualidad es poco atractiva.

Debido a un designio divino, para ser escogido por el Señor existe un precio, es por eso que Él pone la belleza de la espiritualidad en el interior. Esta sólo puede ser vista a través de la percepción espiritual que le es dada a aquellos que verdaderamente desean al Señor, en consecuencia: “Muchos son llamados pero pocos son escogidos” (Mateo 22:14). De igual modo, debido a una disposición divina, se requiere de un esfuerzo determinado para presionar y asir la belleza del Señor. Pocos pagarán el precio de la separación del árbol del conocimiento para poder ser escogidos.

El enemigo dijo: “No morirás, sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Génesis 3:4-5). Eva “comió” este derecho a la “auto determinación” y le dio a Adán quien también comió. Hasta hoy seguimos pagando un terrible precio por la decisión del hombre de convertirse “en dios” y gobernarse así mismo, aparte de Su Creador.

Después de que Adán  desobedeció, el Señor vino a él y este se escondió de Su presencia. Adán dijo que lo hizo porque estaba “desnudo.” No era que hubiese perdido sus ropas sino que había perdido la “cobertura Shekinah” que lo capacitaba para permanecer en la presencia manifiesta y la gloria del Señor.

Esta Shekinah se convirtió entonces en “espada encendida” que apartaba al Árbol de la Vida. El Señor impidió a Adán que tomara parte del árbol de la vida y como resultado comenzó el proceso que llevaba a la muerte física. “(…) ahora pues que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida y coma, y viva para siempre.” (Génesis 3:22-24).

Espiritualmente, Adán murió instantáneamente y perdió la cobertura que lo capacitaba para vivir en la presencia del Señor. Al menos aparentemente, Adán murió físicamente un  día. Pedro dice que un día es como mil años. Adán y todos los que le siguieron murieron un día de mil años.

Adán y Eva “comieron” del derecho a escoger por sí mismo que luego se convirtió en parte de ellos. El Señor sacrificó un animal, la primera aplicación de la redención por medio de la sangre, y los cubrió con la piel de ese animal. Su pecado fue perdonado pero lo que  habían comido permanecía en ellos: el derecho a escoger por sí mismo.

Cada uno de nosotros ha nacido con este derecho a escoger. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro salvador fuimos perdonados y nos hicimos una nueva creación pero este derecho a escoger por nosotros mismo permanece en nosotros, lo tomamos del jardín del Edén y el Señor no lo apartará de nosotros, pero podemos entregar este derecho a escoger nuestra propia vida.

En el año del Jubileo los esclavos eran puestos en libertad. Si ellos optaban por seguir siendo esclavos el amo ponía su oreja el poste de una puerta y la traspasaba, (Éxodo 21:6). Años atrás durante un servicio en el que este pasaje se hizo una realidad para mí, yo fui adelante hacía el púlpito y le expresé al Señor mi deseo de entregarle el derecho a mi vida propia.  De repente el borde del púlpito se hizo para mí como el poste de esta puerta y puse mi oreja sobre ese borde y pedí al Señor que la atravesara. Él no habría tomado de mí el derecho a mi vida propia, pero sí lo aceptó cuando voluntariamente se lo entregué.

Más de una vez me quejado diciendo, “Señor esto no está bien.” El Señor siempre ha respondido: “Tú no tienes derechos ya que los entregaste libremente.” Luego de varios años he aprendido que el Señor sabe que es lo mejor. Este entendimiento no vino inmediatamente pero he hallado que estoy mucho mejor habiendo sometido mi vida incondicionalmente al Señor.

Pocos cristianos  han entregado subjetivamente el derecho incondicional sobre su vida al Señor, para convertirse en “esclavos de amor” otorgándole plena autoridad sobre su vida y sobre todo lo que les pertenece. Un reino requiere tres cosas: un territorio, un gobernante y aquellos quienes serán gobernados. Él es el Rey, pero sólo gobernará sobre aquellos quienes personalmente le han dado permiso para hacerlo.

Una vez hice este compromiso: que Él no sería sólo “Jesús mi Salvador” o “Jesús el ungido, mi sanador, o el que me bautizaba,” sino que además sería “El Señor Jesucristo,” a quien le he sometido la totalidad de mi vida y que ahora gobierna sobre todo lo que yo soy y tengo. El Señor me ha traído de regreso a una relación personal de cooperación consigo mismo  lo cual se perdió en el Jardín del Edén.

La gloria Shekinah aún está por ser plenamente restaurada a aquellos que se han sometido incondicionalmente a Él. Durante nuestros tiempos de prueba, el Señor purgará toda la escoria hasta que Su Shekinah  resplandezca como el sol de mediodía a través de aquellos que han sido completamente redimidos y que han hecho de Él su Señor.

 “Cuando venga en aquél día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros) 2 Tesalonicenses 1:10

“Levántate y resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán toda la tierra, y oscuridad las naciones; más sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.” Isaías 60: 1-3

Estamos próximos a experimentar Su gloria, pero primero debemos entregar el derecho a nuestra vida propia para que el Señor Jesucristo pueda venir en Su gloria y vivir Su vida a través de nosotros.