Wade E. Taylor
“Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios que es vuestro culto racional.” Romanos 12:1
Es a través de nuestros “cuerpos” que sentimos la atracción a lo terrenal y es también a través de nuestros cuerpos que la presencia y la gloria del Señor será vista por otros. En este tiempo hay un llamado urgente que necesitamos atender para que nuestros cuerpos estén totalmente disponibles para el Señor. Esto significa que debemos llegar a ser transparentes, por tanto, todos los impedimentos deben ser removidos.
“Sube acá y te mostraré las cosas que están por venir.” Apocalipsis 4:1
Este es un llamado para levantarnos desde nuestro nivel de vida terrenal hasta los cielos para recibir unción y visión profética. Para lograr esto debemos entregar el derecho a nuestra vida y tomar nuestra cruz.
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” Lucas 9:23
Cada uno de nosotros que desea conocer y servir al Señor será desafiado a hacer esta decisión de cambio de vida por tomar la cruz. Este “si” del pasaje citado es una opción que no afectará nuestra salvación pero que si afectará enormemente nuestro crecimiento hacia la madurez espiritual, nuestro testimonio a las naciones, nuestra parte en el Reino Milenial como vencedores y nuestra eterna posición en la edad por venir.
Si aplicamos la cruz de Cristo a cada una de las situaciones que enfrentamos diariamente, se establecerá en nuestro interior un profundo sentido de satisfacción y realización. Mientras hagamos esto nuestras vidas se convertirán en la expresión de Su vida y Sus propósitos serán cumplidos a través nuestro.
En este tiempo, Jesús está comenzando a tomar el “liderazgo” de Su cuerpo. De este modo, Su cabeza debe reemplazar nuestra cabeza. En la medida en que tomemos nuestra cruz (morir a nuestros deseos), y rindamos al Señor el derecho a nuestros cuerpos para Su propósito, vamos a convertirnos en la expresión de Su vida entre las naciones. Así, todo lo que Él hizo en un cuerpo singular durante su primera venida, lo comenzará a hacer a través de un cuerpo colectivo.
“Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todos linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos en toda la tierra.” Apocalipsis 5: 9-10
Muchos no se dan cuenta o no toman en serio el tremendo valor de lo que el Señor nos está ofreciendo. Nuestra parte es responder a Su voz y luego seguirlo en completa sumisión a Su voluntad y propósito en una relación cooperativa con Él.
“Ven, Oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; veamos si brotan las vides, si están en cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores.” Cantar de Los Cantares 7:11-12
La palabra del Señor nos dice que no podemos ganar o merecer nuestra salvación en ninguna manera ya que esta es un regalo.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9
Una vez que hemos recibido este don de la vida eterna, comenzamos a enfrentar elecciones que afectarán el grado de nuestro crecimiento espiritual y nuestra posición dentro de Su cuerpo no sólo hoy sino también en la era por venir. En consecuencia, es de eterna importancia que vengamos a entender que existen leyes espirituales que aplican a nuestro desarrollo espiritual.
“Si quisiereis y obedeciereis, comeréis el bien de la tierra.” Isaías 1:19
El “si” que aparece en este pasaje nos indica que hay unas condiciones que debemos cumplir antes que seamos capacitados para participar del alimento espiritual que nos es prometido. Debemos responder correctamente a esas promesas condicionales para recibir los beneficios que el Señor nos promete.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Efesios 2: 10
Querer y obedecer es ser uno con nuestro Señor tanto en pensamiento como en acción. Esto significa que nuestra voluntad es abandonada y fusionada con la voluntad del Señor. El “bien de la tierra” del cual vamos a tomar parte resulta de nuestra relación de “unidad” con Él.
Nuestra sumisión incondicional al Señor lo deja en libertad para invitarnos a participar con Él en lo que va a hacer próximamente. “Ven oh amado mío…. Levantémonos temprano a las viñas.” Mientras caminamos en relación y comunión con Él recibiremos fuerza y entendimiento espiritual.
El Señor está mas interesado en que lleguemos a tener una relación de calidad con Él, que en lo que nosotros somos. Debido a que Él es un perfecto caballero no se forzará a sí mismo con nosotros ni tampoco forzará su deseo sobre nosotros. Es por esto que Él comienza cada una de esas promesas con un “si” condicional. Nosotros debemos hacer la elección.
El Señor ha puesto dentro de nosotros no solo la capacidad para obedecer sino también el potencial para rebelarnos. Podemos sacudir nuestros puños contra Él si así lo queremos hacer. Podemos ver este principio y la forma como opera en el jardín del Edén donde el Señor puso el “árbol de la vida” y el “árbol de la ciencia del conocimiento del bien y del mal” en el centro de ese jardín. Adán y Eva tuvieron la oportunidad de escoger. Debido a la facultad que tenemos para elegir, cuando nos sometemos en obediencia al Señor no estamos respondiendo como títeres sino desde un voluntario deseo y amor por Él. Todos tenemos en nuestro interior este “poder de elección.”
A veces, por ejemplo, podemos no “sentir” gusto por adorar al Señor. Pero durante esos tiempos, mientras sometemos nuestra voluntad y le ofrecemos a Él nuestro sacrificio de alabanza, nuestra adoración será especialmente recibida y apreciada por el Señor. Usualmente, es después de un acto de obediencia como este que el Señor derramará su gracia sobre nosotros y emergerá un fluir de bendición. En la medida en que continuemos expresando nuestro amor hacia Él, Su aprobación o Su favor comenzarán a reposar sobre nuestras vidas.
“Yo amo a los que me aman y me hallan los que temprano me buscan…. para hacer que los que me aman tengan su heredad y que yo llene sus tesoros.” Proverbios 8:17-21
Esto puede ser aplicado a cualquier área de nuestras vidas en la que el Señor requiera nuestra obediencia. Si solo buscamos una recompensa externa vamos a perder algo. Debemos presionar conociendo lo que dice la Palabra. Porque es en los sufrimientos del fuego refinador que el oro puro, Su naturaleza divina, es extraída de nuestras vidas. Aquello en lo que nos vamos a “convertir” es mucho más importante que lo que estamos “haciendo”.
El Señor nos ha mostrado como se puede lograr esto: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo y tome su cruz y sígame.” La Escritura nos muestra muy claramente como es que tomamos “nuestra” cruz.
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el deseo del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí para que no hagáis lo que quisiereis.” Gálatas 5:17
Actualmente existe una guerra, una lucha entre nuestros deseos naturales y Su deseo espiritual para nosotros. Hay pues dos voluntades contrarias que están en guerra una con otra: “Mi voluntad y Su voluntad.” Cuando escogemos Su voluntad (Su propósito para nosotros), la cual es contraria a mi voluntad, (nuestros deseos) la primera atraviesa la segunda, y se forma una cruz.
En la medida en que morimos a nuestra propia voluntad y luego nos sometemos y nos alineamos a Su voluntad, entonces realmente estamos tomando nuestra cruz y de este modo nos hacemos “uno” con Él en intención y propósito.
Siempre deberíamos elegir levantarnos por encima de nuestro egocentrismo, de nuestros deseos y sentimientos egoístas y aplicar sobre ellos la cruz para que podamos someternos plenamente a la manifestación de Su voluntad para nosotros. Sólo entonces nos convertiremos en unas ramas erguidas llenas de fruto sobre el árbol de la vida, como una reflexión o extensión de Su voluntad y propósito, acontecerá entonces que haremos lo que él haría y nos convertiremos en vencedores.
El apóstol Pablo suplicó desde la profundo de su ser:
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello por lo cual fui también asido por Cristo.” Filipenses 3:12
Para que podamos seguir plenamente al Señor Jesús también tenemos la responsabilidad de aplicar la “cruz” a cada raíz de nuestra vida egoísta, a la totalidad de lo que somos y a todo lo que deseamos ser.
“El Reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan.” Mateo 11:12
Para entrar en el plano del Reino hay una batalla espiritual que necesitamos ganar. Aquellos que verdaderamente aman al Señor y que desean estar rectamente relacionados con Él en Su Reino, presionarán a través de las circunstancias y escucharán la voz del Señor diciéndoles en ese día, “bien hecho.”
El tiempo más importante para nosotros en toda la eternidad es el que estamos viviendo actualmente. Hoy estamos haciendo elecciones y tomando decisiones que afectarán nuestra posición y recompensa eternas. La vida eterna no es el futuro, tenemos esa vida ahora mismo como parte de nuestra redención. Lo que nosotros seremos, (no el lugar), será el resultado de las decisiones y elecciones acumuladas que estamos tomando ahora mismo.
Nuestra “nueva creación de vida” es como una “semilla” que ha sido depositada en nuestro interior por el Señor y que actualmente ha sido formulada y desarrollada en su madurez. Evaluar y guardar este depósito de potencial “espiritual” dentro de nosotros, es mucho más importante que cualquier otro asunto de nuestra vida natural o física.
“He aquí el sembrador salió a sembrar… cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón.” Mateo 13: 3-19
Cuando aquello en lo que nos hemos convertido (espiritualmente) sea liberado en el “terreno” de la eternidad, será desplegado a plena vista revelando el grado de nuestra preparación para involucrarnos con Él a lo largo de la eternidad.
Toda semilla cuando es plantada crece para expresar su naturaleza particular. No necesitamos adicionar nada a esa semilla sino simplemente exponerla a los elementos adecuados. Luego se desarrollará hasta la madurez de lo que es. El grado en que nos desarrollemos espiritualmente “aquí y ahora” se convertirá en nuestra “medida de estatura” (treinta, sesenta y ciento por ciento), por toda la eternidad.
Nuestra vida actual involucra primordialmente la formulación de esta semilla (nuestro desarrollo espiritual), a través de la manifestación de nuestra voluntaria obediencia a Él, tomando nuestra cruz diariamente y venciendo. Luego, cuando nos hallemos en la atmósfera de la eternidad, la vida que ha sido desarrollada dentro de esta semilla será liberada en su plena expresión en Su eterna presencia y propósito.
La promesa del Señor es “Al que venciere.” En la medida en que venzamos por hacer las elecciones correctas y por nuestra obediencia al Señor, Él traerá a nuestra experiencia de vida este “bien de la tierra” y proveerá la atmósfera para fertilizar y regar el “terreno” de nuestra obediencia. Esto nos preparará para la cosecha que viene y para nuestra parte en el establecimiento del Reino Milenial cuando aquello en lo que nos hayamos “convertido” sea levantado desde la tierra a un reino más alto de poder y plenitud.
“Su señor le dijo: Bien buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:23
Debemos permitir que este proceso halle su plena manifestación en cada una de nuestras vidas, entonces, cuando estemos delante de Él en la eternidad, Él observará sobre cada uno de nosotros y nos dará un “nuevo nombre” acorde con lo que pueda ver en nosotros.